A un kilómetro, mas o menos, de la ciudad. Hay que seguir la carretera de salida de Béjar dirección Salamanca y tomar, a la salida misma de Béjar, un camino que parte de la margen derecha.
El Bosque es un parque señorial, construido por los duques, delicioso por sus aguas abundantes; por sus fontanas, por su gran estanque, por el que antaño navegaban leves barquillas, por sus rincones, por su arboleda, entre la cual hay árboles gigantescos y algunos que, sin serlo tanto, son tan viejos como el parque mismo que data del siglo XVI.
Por lo más evocador, escribía un bejarano, es aquel estrado de granito que se enfrenta con el palacio. Viejos documentos nos ofrecen la certeza de que allí se celebraron, entre otras, magnificas fiestas literarias, presididas sin duda por diversos duques y duquesas desde blasonado rincón de honor, y que en ellas intervinieron Góngora y tal vez el propio Miguel de Cervantes , además de otros destacadísimos ingeniosos. Son dignos de verse los jardines separados del conjunto antes descrito, por una vieja verja. Tienen un aire galante, versallesco, y están declarados por el Estado de interés artístico nacional. Destacan los juegos de aguas, pequeños estanques y numerosas fuentes. Dijo un poeta: “Versallesco joyel donde la nieve, se torna por sorpresa en serpentina, y el silencio del aire se ilumina, con el chorro de luz húmeda y breve”.
Su historia es breve. La Casa ducal bejarana, entre otras muchas posesiones, disfrutaba para solaz de sus titulares y para la practica de la caza, de un extenso bosque en las proximidades de Béjar, que disponía de abundancia de aguas por recoger hacia el lugar las del Arroyo del Oso. En tal bosque, el duque Francisco de Zúñiga y Sotomayor mandó edificar un palacete, un oratorio anejo, un bello estanque, parques en un su derredor y jardines; el resultado fue un bello conjunto conocido genéricamente por “El Bosque” . De esta forma, se convirtió en lugar de placentero descanso, de recreo, coto venatorio, delicioso estanque y galantes jardines. El estanque está rodeado de varias fontanas de piedra al gusto renacentista aunque ya tardío. Este parque junto al palacete, está presidido por u gran lago artificial en cuyo centro hay un templete acogedor y romántico. En lo antiguo, los cisnes nadaban sobre la superficie y frágiles barquillas lo cruzaban para dejar a sus ocupantes en el acogedor quiosco. Las aguas del estanque sirven, además para regar los jardines inferiores, los parterres y rotondas, y para poner en movimiento las fuentes y juegos de agua de aquellos, así como regar los prados bajos.
El palacete es rectangular, de traza noble y sobria, y campean en sus fachadas las ramas de la casa ducal y los escudos con las iniciales F y G (Francisco y Guiomar), duques fundadores. Así lo atestiguan, además las leyendas que se repiten en lugares distintos de la fachada: Ano dominus. Franciscus bejaranensis dux huius moninis: secundus: et Guiomareius usor: haec erigebant, 1567.” Alrededor del estanque, en el parque, existen galantes rincones de bancos, fontanas y otros adornos graníticos, en los que los duques y sus invitados se solazaron en sus fiestas.